Comentario
En los primeros meses de 1433 fueron llegando prelados y embajadas al concilio de Basilea; su presencia prestigiaba al Concilio, pero dificultaba la adopción de medidas radicales. En julio, no obstante, se volvió a solicitar del Papa su total adhesión al concilio, otorgándole un nuevo plazo de sesenta días, bajo amenaza de suspensión de funciones.
En los meses siguientes se irá desplomando la posición de Eugenio IV al incrementarse el número de deserciones; el Papa cederá sólo cuando sea inevitable y aun así se mantendrá firme en los principios, dejando siempre resquicios por los que éstos puedan ser puestos a salvo.
El 1 de agosto de 1433, Eugenio IV publicaba una bula elaborada sobre un modelo de adhesión al Concilio que le había sido enviado por Cesarini. En apariencia se producía un pleno reconocimiento del Concilio por el Papa, que anulaba su bula de disolución y reconocía la plena canonicidad de la actuación conciliar.
Los matices son, sin embargo, muy importantes. La adhesión pontificia se convertía en un consentimiento, no en la definición de una verdad; ratificaba todo lo decidido por el Concilio, pero siempre que fuesen aceptados, de modo efectivo, los presidentes designados por el Papa, y que nada fuese contrario a la autoridad de la sede romana y de la persona del Papa o los cardenales. Otros escritos matizaban todavía más la adhesión pontificia al limitar los debates conciliares únicamente a los objetivos definidos, y anular cualquier decisión al margen de los mismos.
La cuestión del territorio de Aviñón tensaba más la situación, aunque significaba un esperanzador triunfo para el Papa. El Concilio nombraba al cardenal Alfonso Carrillo como gobernador de ese territorio; Eugenio IV, apartado su impopular sobrino, Marco Condulmer, nombrado inicialmente, encomendaba ahora esa tarea a Pedro de Foix, el brillante legado de Martín V en el Reino de Aragón. Los éxitos militares de Pedro de Foix, a despecho de las advertencias del Concilio, le estaban dando el control de Aviñón, pero también daban la razón a quienes venían solicitando dureza contra el Papa.
El 11 de septiembre de 1433 se volvió a leer en el Concilio la acusación de contumacia contra Eugenio IV, otorgándosele una moratoria de treinta días. Las discusiones serán muy tensas e irán sucediéndose los aplazamientos, pero el avance del Concilio, ahora con el apoyo de todas las naciones, es inexorable.
La situación política del Papa en esta segunda mitad del año empeora seriamente, perdiendo totalmente el control del Patrimonio; el Concilio, en cambio, ve reforzado su prestigio por el desarrollo de los debates con los husitas acerca de los cuatro artículos, que tiene lugar en enero de 1433, y, especialmente, por el logro de una base de acuerdo, en abril, definitivamente perfilada en Praga, el 11 de noviembre; aunque con matices, se aceptaban los cuatro artículos defendidos por los husitas y se abría un camino, todavía muy difícil, hacia la pacificación de Bohemia.
Esas circunstancias hubieron de pesar en el ánimo de Eugenio IV que, el 15 de diciembre de este año, publicaba una bula siguiendo fielmente el texto que le había sido remitido por el Concilio; declaraba que éste estaba legítimamente constituido e invalidaba la disolución que había decretado anteriormente.
En apariencia, se producía una completa derrota del Pontificado, aunque algunos aspectos brindaban importantes posibilidades jurídicas para el futuro. Aceptar la legitimidad del Concilio no significaba validar necesariamente todas sus decisiones que, además, requieren la ratificación apostólica; otro aspecto de importancia en el futuro es que la legitimidad del Concilio se extiende únicamente a los fines para los que ha sido convocado -fe, paz y reforma- hecho expresamente recordado en la bula ahora promulgada.
De todos modos, a comienzos de 1434 las tensiones parecen superadas. Es una falsa impresión: el cuerpo conciliar ha sido invadido por numerosos clérigos cuyo número y radicalismo desborda a los prelados; la presión que ese radicalismo ejerce sobre el conjunto del Concilio autoriza a afirmar que se halla gravemente comprometida la libertad de los debates y votaciones. El tono antijerárquico informa la mayor parte de las sesiones conciliares.
La situación política de Eugenio IV empeora gravemente en los primeros meses de 1434 como consecuencia de que diversos "condottieri" amplían sus conquistas sobre los dominios de la Iglesia. El deterioro culmina, a finales de mayo, con la revuelta romana que impone en la ciudad un gobierno republicano; fugitivo, Eugenio IV lograba evadirse de Roma y alcanzar seguro refugio en Florencia.
Las profundas diferencias entre Papa y Concilio se ven incrementadas a causa de la permanente invasión, por la asamblea, de la esfera de actuación propia del Pontífice, y por la distinta forma de entender los propios objetivos del Concilio: la reforma consiste, para algunos, en un arma para limitar el poder del Papado. La unión con la Iglesia griega se convertirá en otro motivo de enfrentamiento, desde su mismo comienzo, por el mantenimiento de una negociación paralela que conduce a conclusiones antagónicas. En la lucha futura, la utilización de esta negociación como argumento de prestigio causará nuevos enfrentamientos y añadirá dificultades a un proceso ya de por sí complejo.
Para entender esos grandes asuntos desarrollados en el Concilio, es preciso tener en cuenta los intereses, a veces contrapuestos, de las naciones, cuyo tratamiento quiere hacerse en el Concilio. Antes, pues, de analizar los grandes asuntos del Concilio, conviene tener en cuenta aquellos intereses y las preocupaciones de los distintos Estados.